El pasado Viernes Santo pudimos disfrutar de la sierra en todo su esplendor primaveral.
Las nubes de dispersaban y daban paso a tímidos rayos de sol deseosos de buscar un camino directo entre los árboles.
El agua chorreaba por todas partes, cascadas en cada cruce esperando ser descubiertas.
La magia del preciado líquido transparente entremezclado por la luz nos dejó un atardecer magnífico en el meandro de Melero.